—Los muertos están muertos. ¿A que sí, mamá?
—Sí, Guille.
—Y los vivos no están muertos…
—No —su voz suena sumisa, pero triunfante—. Los vivos, ¡todavía estamos vivos!
—Mamá…
—Dime, Guille.
—¿A que un vivo puede pasar al bando de los muertos en una noche?
—Sí.
—¡Porque lo dice papá!
A veces, solo a veces, la madre levanta la vista de la labor y mira a su hijo.
—¡El epitafio! —recalca la madre, con voz de granito—. Lo dice el epitafio de tu padre.
—Pero, tú no estás muerta. ¿A que no mamá?
—No, hijo.
—Papá dijo que ibas a estar muerta esa noche…
—Guillermo. Mírame. ¡Estoy viva!
La mujer deja de tejer. Atraviesa, a conciencia, el corazón del ovillo y clava las agujas hacia el interior del cesto, como de costumbre. Se inclina sobre la cama de su hijo y, con sus dedos encallecidos, hace cosquillas al pequeño.
—Recuerda, Guille, papá está en el bando de los muertos porque se pinchó con el cesto de la labor… ¡Fue un accidente!
Amparo Martínez Alonso
Gracias a "Esta noche te cuento" incorporo una nueva entrada. Porque participar en este concurso representa una quedada habitual para mí. En este enlace podéis leer más relatos de EPITAFIOS (el tema de esta convocatoria).