Piedra y Acero

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Soy como la PIEDRA: firme y resistente,... pero me deshago en ensoñaciones, y ¡me agrieto por contarlas!, por ayudarlas a escapar, a escurrirse como el ACERO fundido; relatando, en su huida, vidas inventadas y verdaderas mentiras.

17 de diciembre de 2011

Maestros tallistas


MAESTROS TALLISTAS (por Petra Acero)

La cantería es uno de los oficios de más antigua tradición. Supone el trabajo de labrar la piedra para su uso posterior en la construcción. La piedra, después de su extracción en la cantera, se trocea y se regula sus formas, para terminar siendo tallada o labrada por los maestros tallistas.


Hasta nosotros han llegado cantidad de obras construidas en este material que, gracias a su dureza, resistieron la erosión temporal y ambiental (no es cuestión de analizar ahora la influencia del hombre en su degradación). Sillares labrados con parámetros planos, capaces de conseguir bases perfectas para la construcción de acueductos, murallas, catedrales o palacios.  En la actualidad, tenemos la suerte de estar rodeados de arte. Obras y artistas forman parte de nuestro patrimonio cultural. Y así lo aprendemos desde el colegio. Pero a veces, lo estudiado como tarea obligada y evaluada, permanece en esa nebulosa de pupitres, sillas pedagógicas, comentarios de textos, exámenes y notas. Y ahí queda abandonado. Instrumento, vehículo para llegar a nuestra meta que, en la mayoría de los casos, nada tendrá que ver con eso. No renunciamos a ello, lo valoramos como sillar que nos permite edificar, y permanece donde empezó: abajo, en la base o las esquinas. La oferta y la demanda crecen, la obra de los maestros tallistas se queda cubierta, ensombrecida, velada, o desenfocada por el armazón de luces y destellos de las novedades, de edificios modernos, de superficies livianas, traslúcidas, con escaparates de neón que se encienden y apagan, llamando la atención mientras duran: por su puesta en escena, por sus nuevos materiales o formas (sin valorar el arte o la profesionalidad). Avanzamos, cambiamos de gustos y evolucionan nuestras necesidades. Los materiales de construcción se reinventan. Pero la historia con su acertado movimiento cíclico, pendular, no olvida: por supervivencia, por sabiduría, por justicia.


En 2009, Ediciones Siruela reedita: El cuarto de atrás (1978). Título sugerente, que resulta ser fiel guía de lo que anuncia. Carmen Martín Gaite nos desvela un mundo ahí guardado: en su cuarto de atrás, en su mente, en sus recuerdos. Nos cuenta aspectos de su vida, sus gustos, sus miedos; de su familia, de la sociedad del cambio que le tocó vivir, de su historia que es la nuestra. Una autobiografía diferente, una novela de memorias inducidas. Un pasado renacido, nuevo, reinventado desde el olvido.
“¿Cuándo he escrito esto?, tenía idea de haber dejado la máquina cerrada y con la funda puesta, últimamente estoy perdiendo mucha memoria”.
“…cuántos ratos perdidos, cuántas vueltas inútiles por esta casa, a lo largo de los años, en busca de algo. ¿Qué busco ahora? Ah, ya, un rastro de tiempo, como siempre, el tiempo es lo que más se pierde”.
“—¿Por qué las quemó?
—No sé. He quemado tantas cosas, cartas, diarios, poesías. A veces me entra la piromanía, me agobian los papeles viejos. Porque de tanto manosearlos, se vacían de contenido, dejan de ser lo que fueron”.
“—Tal vez no se acuerde. Tenía debajo este verso escrito a mano. ¿Es una fórmula mágica?
—A ver…, no sé”.
“—Es muy raro, no me acuerdo de cuándo lo he escrito ni cuándo lo he puesto aquí”.
“—Sígame contando —dice, después de un rato.
—¿Le estaba contando algo?”.
“—Porque es un poco así, el tiempo transcurre a hurtadillas, disimulando, no le vemos andar. Pero de pronto volvemos la cabeza y encontramos imágenes que se han desplazado a nuestras espaldas, fotos fijas, sin referencia de fecha, como las figuras de los niños del escondite inglés, a los que nunca se pillaba en movimiento. Por eso es tan difícil luego ordenar la memoria, entender lo que estaba antes y lo que estaba después”.
“—Sí, un cuaderno que debe de estar aquí. Nunca me acuerdo dónde pongo las cosas”.
“—No me acuerdo —digo.
—Bueno, mujer, pero no pongas esa cara de apuro, te lo preguntaba por preguntar. ¿Qué piensas?
—Me preocupa que últimamente estoy perdiendo mucho la memoria, con la buena memoria que tenía yo.
—Y la sigues teniendo.
—Para las cosas pasadas, pero en cambio se me olvida lo que acabo de hacer hace un momento.
—Eso es despiste.
—No, es por la edad”.

“—¿Cómo quiere que no me acuerde? Recordar y acordarse son palabras de distinto matiz”.
“Suspiro. He vuelto a coger el hilo, como siempre que me acuerdo de una fecha. Las fechas son los hitos de la rutina”.
“Era esta misma casa, sí, recuerdo la luz gris que entraba por la ventana de una habitación pequeña que había, según se sale a la derecha, casi no tenía muebles, estaba la máquina de coser, abrí un cuaderno con tapas de hule y escribí”.
“Recuerdo, sobre todo, una llegada, desde Orense, al balneario de Cabreiroá, en Verín. Llegamos en un coche de alquiler, hacía calor y en lo alto se veía el castillo de Monterrey, envuelto en nubes rojizas; era el verano del cuarenta y cuatro, yo acababa de aprobar primero de Filosofía y Letras”.
“—¿De los bombardeos? Sí, sí que me acuerdo. Un día cayó una bomba en una churrería de la calle Pérez Pujol, cerca de casa, mató a toda la familia del churrero”.
“—La verdad es que yo mi infancia y mi adolescencia las recuerdo, a pesar de todo, como una época muy feliz”.

El cuarto de atrás, una prosa cercana, limpia, elaborada. Una clase de literatura y escritura, donde Carmen Martín Gaite habla de libros: de los que ha leído, los que ha escrito o los que va a escribir. Habla de Chejov, Antonio Machado, Perrault, Defoe, Cervantes, Todorov...
Introducción a la literatura fantástica de Todorov, (…) habla de desdoblamientos de personalidad, de la ruptura de límites entre tiempo y espacio, de la ambigüedad y la incertidumbre; es de esos libros que te espabilan y te disparan a tomar notas, cuando lo acabé, escribí e un cuaderno: Palabra que voy a escribir una novela fantástica”.  
“—La ambigüedad es la clave de la literatura de misterio —dice el hombre de negro—, no saber si aquello que se ha visto es verdad o mentira, no saberlo nunca. Por esa cuerda floja tendría que haberse atrevido a avanzar hasta el final del relato”.
“—La literatura es un desafío a la lógica —continúa diciendo—, no un refugio contra la incertidumbre”.
“—Sí, siempre se idealiza lo que se pierde, pero puede que ahora me defraudasen. Por otra parte, si no se perdiera nada, la literatura no tendría razón de ser. ¿No cree?
—Claro, lo importante es saber contar la historia de lo que se ha perdido, de Bergai, de las cartas…, así vuelven a vivir”.
“—Perfecto —dice—. Pues atrévase a contarla, partiendo justamente de esa sensación. Que no sepa si lo que cuenta lo ha vivido o no, que no lo sepa usted misma. Resultaría una gran novela”.
“—Usos amorosos de la postguerra —lee en voz alta—. ¿Se va a llamar así?
—Lo había pensado como título provisional.
—No me gusta —dice.
—Bueno, el título sería lo de menos.
—No lo crea, condiciona mucho”.

Carmen Martín Gaite se cuestiona su vida de escritora, su vocación literaria, su ¿excesiva? dedicación. Los sacrificios, la entrega y renuncia por su profesión… y los frutos recogidos a la postre: los valora, los pesa, busca el equilibrio de la balanza.
“—Siempre el mismo afán de apuntar cosas que parecen urgentes, siempre garabateando palabras sueltas en papeles sueltos, en cuadernos, y total para qué, en cuanto veo mi letra escrita, las cosas a las que se refiere el texto se convierten en mariposas disecadas que antes estaban volando al sol. (…), vivo rodeada de papeles sueltos donde he pretendido en vano cazar fantasmas y retener recados importantes, me agarro al lápiz ya por pura inercia, ¿comprende?, sé que es un vicio estúpido, pero me tranquiliza los nervios”.

Carmen Martín Gaite se refugia, se evade, se oculta y se descubre, sueña y vive. Se ofrece, se entrega con todos sus defectos, con su sabiduría, con el ingenio al aire. Como en la fotografía de portada, donde Pablo Sorozábal permite que nos asomemos, antes de abrir el libro, al anunciado “cuarto de atrás”: al interior del alma de la escritora (si aceptamos que los ojos son el espejo del alma).
“—A qué edad empezó a escribir? —me pregunta el hombre de negro. (…)
—¿Quiere decir que a qué edad empecé a refugiarme? (…)
—Sí, eso he querido decir”.
“—Gracias. Y perdone. (…)
—¿Qué tengo que perdonarle?
—Mis fugas. (…)
—Me gustan mucho sus fugas —dice sonriendo con una dulzura turbadora—. Por mí fúguese todo lo que quiera, lo hace muy bien”.
“Usted es una fugada nata , y además lo sabe (…)
—¿Yo una fugada? Eso sí que tiene gracia, nunca me habían dicho cosa semejante. (…)
—No se lo habrán dicho, pero es evidente. Y además no tiene nada de malo”.
“A Bergai se llegaba por el aire. Bastaba con mirar a la ventana, invocar el lugar con los ojos cerrados y se producía la levitación. Siempre que notes que no te quieren mucho —me dijo mi amiga—, o que no entiendes algo, te vienes a Bergai. Yo te estaré esperando allí . Era un nombre secreto”.

Y todo lo almacena en su particular “cuarto de atrás”. Aquí nada se clasifica, como en su caja de costura, se pueden encontrar carretes de hilo, enchufes, terrones de azúcar, imperdibles, facturas, clichés de fotos, tubos de medicinas,…
“Al comedor aquel también ellos lo llamaban el cuarto de atrás, así que las dos hemos tenido nuestro cuarto de atrás, me lo imagino también como un desván del cerebro, una especie de recinto secreto lleno de trastos borrosos, separado de las antesalas más limpias y ordenadas de la mente por una cortina que sólo se descorre de vez en cuando; los recuerdos que pueden darnos alguna sorpresa viven agazapados en el cuarto de atrás, siempre salen de allí, y sólo cuando quieren, no sirve hostigarlos”.
“Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad, se permitía cantar a voz en cuello, cambiar de sitio los muebles, saltar encima de un sofá desvencijado (…) al que llamábamos el pobre sofá”.

El cuarto de atrás, de editorial Siruela, está extraordinariamente prologado por Gustavo Martín Garzo. Donde señala que “todos los libros de Carmen Martín Gaite son una conversación, pues para ella escribir nunca fue distinto de hablar”, y este es claro reflejo de dicha afirmación. Gracias a sus conversaciones, la narradora-protagonista se confiesa. Preguntas que originan, dirigen y exigen respuestas que van hilando la trama:
“Y muchas más surgirían si se asomara él aquí y empezara a darme pie con sus preguntas ligeras y quebradas que nada indagan, que son como dibujos de humo por el aire. (…) no es confianza lo que ofrece, es algo (…) inquietante y sugestivo, como una continua incitación a mentir. Me tengo que acordar de contarle lo del cuarto de atrás”.

Un interlocutor vestido de negro, como la noche en la que aparece. Un personaje que sonsaca a su creadora. Un “periodista” mágico: nos hace dudar de quién lleva la mano de quién… Carmen Martín Gaite consigue contar sus memorias “obligada” por su personaje.
“—Es un juego que depende de que aparezca otro jugador y te sepa dar pie.
—Usted sabe que el otro jugador es un pretexto.
—Bueno, pero pretexto o no, tiene que existir.
Me mira de frente, con los ojos serios. Dice:
—Usted no necesita que exista, usted si no existe, lo inventa, y si existe, lo transforma”.

Una autobiografía original, una novela cercana y fantástica, un cuento tierno y enriquecedor. Una obra… “humana”: El cuarto de atrás.


4 comentarios:

  1. La conversación, la conversación, ... también es buena idea. La psique, las vivencias, lo que rodea, lo particular, lo social, lo cotidiano, la conversación...

    Por cierto, los viejos locos estamos exentos de todo, hasta de rendir cuentas o incluso de escribir bien. Ay! la responsabilidad... Aunque tengas el convencimiento de que vistes bien, mirate siempre al espejo para cerciorarte, para darte el visto bueno (décima linea, sin contar el título, casi al final: neta por meta).

    Pelo blanco en movimiento, craneo al aire. Un saludo desde el viento.

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  2. Bueno, que decirle Señora Petra Acero........ siendo sincero/a, le diré que reconociendo que acaba de presentarnos un excelente "desengranje" de un trabajo literario de una tercera persona, he de reconocer públicamente que en mi caso particular me entusiasman en mayor medida los suyos, los de cosecha propia.
    Por lo tanto quedo a la espera de una próxima entrega.
    Ah! respecto al juego que tenemos a medias, veo, cosa lógica por otra parte, que no ha conseguido desenmascarar mi identidad. La primera pista no era muy esclarecedora.
    Ahí va la segunda pista:
    Veo un bonito arbol, que digo bonito,........ veo el arbol más bonito de todos.......... pero según me acerco observo que dos de sus ramas se van secando.

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  3. La Señora/ita Petra debe estar muy ocupada ............................

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  4. Hola, Monte Orbea. Justamente, en la entrada de "Como Dios" te mencioné el domingo, 18, creo recordar, contestando el comentario del Mariscal (no sé si alguno de los dos lo habrá leído). Me refería a la letra de "tu canción".
    Echaba de menos tus comentarios. Espero que hayas leído más relatos, y te hayan gustado.
    Sí, estoy muy ocupada... Y no, aunque pienso, no sé quién eres.

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